Cuando un Despido Abre Nuevas Puertas
- Leonardo Castillo
- 20 abr
- 2 Min. de lectura
Imael Jiménez nunca pensó que un recorte de personal lo llevaría a un mundo completamente distinto. Estudió diseño gráfico, trabajó por años en una imprenta, llegó a ser supervisor, y de repente, un día, se quedó sin empleo. Lo que parecía el fin de un camino estable se convirtió en el inicio de otro, uno que jamás había considerado
El azar también se juega fuera de las mesas
Los casinos viven del azar, pero no solo en los juegos, también en sus pasillos, en las historias de quienes trabajan en ello. Muchos como Ismael, no llegan con años de experiencia en ruletas ni con manuales de protocolo aprendidos de memoria, llegan por necesidad, por un cambio, por un cierre abrupto de etapa, y de pronto, ese mundo ajeno se convierte en costumbre, en ritmo, en una segunda oportunidad.
Trabajar en un casino puede parecer algo temporal para algunos, pero termina siendo una nueva vocación para muchos, porque hay algo poderoso en esa dinámica intensa, nocturna, donde cada minuto cuenta y la atención lo es todo. Aprendes rápido, te adaptas o te vas, y de la misma manera que una apuesta bien pensada, algunos descubren que no se trataba solo de sobrevivir... sino de empezar a vivir algo distinto.
Resistir también es especializarse
El trabajo en los casinos no es solo técnica, es energía, temple, carácter. Pocos llegan sabiendo todo y la mayoría aprende sobre la marcha, lo que sí traen —y que a veces vale más que un título universitario— es la capacidad de resistir, de seguir ahí, aún con miedo, con cansancio, con dudas.
La estabilidad no siempre viene con experiencia, viene con resistencia, con esa capacidad de aguantar turnos nocturnos, lidiar con jugadores difíciles, mantener una sonrisa incluso cuando el cuerpo quiere sentarse y con la voluntad de crecer en un entorno donde la curva de aprendizaje es empinada, pero el crecimiento es real.
Ismael no regresó al diseño, no por falta de amor a su carrera, sino porque entendió que su presente pedía otra cosa, hoy, forma parte de ese engranaje silencioso que mantiene vivos los casinos, no como quien apuesta, sino como quien entiende que, a veces, la vida también se juega… y se gana, cuando decides no rendirte.
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