Cuando el cliente quiere humillarte: cómo mantener la dignidad en la mesa
- Leonardo Castillo
- 2 jul
- 2 Min. de lectura
Hay días en que el uniforme pesa más que de costumbre, no por el calor, ni por el turno doble, sino por lo que a veces uno tiene que tragar en silencio. Quien ha trabajado como dealer, o en cualquier puesto dentro de un casino, sabe que lo más difícil no siempre es contar rápido, llevar el ritmo o controlar la mesa, sino que lo más difícil es aguantar al cliente que no viene a jugar, sino a humillar.
No es raro ver a esos jugadores que se sienten dueños del lugar por el tamaño de su apuesta, los que lanzan fichas como si fueran limosnas; los que te hablan como si fueras inferior, a veces disfrazan su desprecio con un chiste, otras veces con puro veneno directo.
Y claro, a uno le hierve la sangre, pero ahí estamos, con el rostro neutro, las manos firmes, y casi siempre con el alma intentando no quebrarse.

No caer en el juego (aunque estés en uno)

Cuando un jugador quiere humillarte, no lo hace porque seas tú. Lo hace porque se siente con poder, porque en esa mesa, él cree que el dinero lo justifica todo, pero la mesa no es solo suya. Es también tu espacio y aunque no puedas responder como quisieras, sí puedes responder desde el control... desde la inteligencia.
No mirarlo con odio, sino con firmeza, no callar como si no importaras, sino como quien no necesita caer tan bajo, pues a veces, no caer en la provocación es la forma más poderosa de ganar sin mover una ficha.

Trabajar en un casino no significa aceptar lo que sea, ser profesional no es lo mismo que ser alfombra; muchos creen que, por estar del otro lado de la mesa, uno debe aguantar todo, pero eso no es parte del contrato y nunca lo fue.
La dignidad no se negocia, y aunque el cliente tenga una ficha de mil pesos en la mano, eso no le da derecho a tratarte como si valieras menos que eso. El respeto no se compra, se da y el que no lo entiende, por más que juegue, ya perdió.
Cuidarte también es parte del trabajo
Si algún día sientes que te quebraste, que no pudiste más, que tragaste más de lo que debías... no te sientas menos por eso, somos humanos, los humanos también tienen límites. Pero lo importante es no normalizar el maltrato: no hacer de la humillación un “así es esto”; porque no debería ser así.
Habla con tus compañeros, apóyate, pide que te roten si lo necesitas; recuerda que hay líderes que sí te ven y si no, lucha para que te vean.
Al final del día, el dinero pasa, el turno termina, pero tu dignidad se queda contigo. Cuídala, protégete y si alguien te hace sentir menos por estar detrás de una mesa míralo a los ojos y recuérdale, sin decirlo, que tú no estás ahí para ser su víctima. Estás ahí porque sabes dominar un juego incluso cuando ese juego es aguantarse a quienes no saben perder sin atacar.








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