Las supersticiones de los jugadores
- Leonardo Castillo
- 9 jun
- 2 Min. de lectura
En los casinos, el azar manda, pero muchos jugadores intentan negociar con él a través de supersticiones. Desde quienes no permiten que nadie les toque el hombro mientras apuestan, hasta aquellos que se cambian de asiento tras una mala racha, el ambiente del casino está cargado de pequeños rituales. A veces parecen caprichos, pero para los jugadores, representan un escudo psicológico contra la incertidumbre, más allá del juego, es un intento de mantener una ilusión de control frente a lo impredecible.
⚠️ Aclaración importante ⚠️
Este texto no busca burlarse ni rebajar a quienes creen en estas prácticas, las supersticiones, como en muchos otros ámbitos de la vida, forman parte de la cultura y la psicología del jugador. Entenderlas desde el respeto permite trabajar con empatía y profesionalismo, sin juzgar lo que para otros puede ser profundamente significativo.
Los objetos y los rituales más comunes
Hay quienes llegan con su amuleto personal: una moneda antigua, una figura de San Judas Tadeo, o una carta doblada que “nunca falla”; otros tienen hábitos precisos, como contar las fichas tres veces antes de cada apuesta, tocar la mesa con los nudillos o cambiar de mano al tirar los dados, incluso se han visto jugadores que no apuestan hasta que una canción específica suene por los altavoces del casino.
Algunos evitan sentarse en ciertos números de silla (como el 4, considerado de mala suerte en culturas asiáticas), y otros traen pulseras rojas para "bloquear energías negativas", no faltan quienes exigen siempre al mismo crupier, convencidos de que él o ella es "su amuleto"; estos rituales forman parte integral del folclore del casino.
¿Y cómo afecta esto al ambiente del casino?
Para un dealer, estas conductas pueden ser graciosas, curiosas o, en ciertos casos, incluso tensas, pues hay jugadores que exigen que se les entregue la carta “de tal forma”, que no se haga contacto visual o que se cambie el crupier tras una mala racha. También existen supersticiones compartidas: mesas completas que, por acuerdo no hablado, guardan silencio durante una tirada “importante” o festejan de formas coordinadas al ganar.
Aunque puedan complicar el ritmo de trabajo, estas creencias también crean un ambiente más humano, a veces, un solo jugador supersticioso puede cambiar la energía de toda la mesa, influyendo incluso en el comportamiento de los demás. Para los trabajadores del casino, estas situaciones son parte del espectáculo que ocurre a diario: cada mesa es un pequeño escenario donde las emociones se juegan tanto como las fichas.
Las supersticiones no cambian las probabilidades matemáticas, pero sí cambian cómo las personas enfrentan el juego. Son parte del folklore del casino, y aunque a veces dificultan el ritmo de la mesa, también humanizan la experiencia, para los dealers, entender estas creencias no es solo parte del trabajo: es parte del espectáculo que, día tras día, se representa en cada mesa.
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