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¿Qué enseña el dealer sobre el deseo humano?


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En cada mesa de juego hay un vínculo entre el azar y la voluntad. Los jugadores llegan con los bolsillos llenos de esperanza, los ojos cargados de urgencia, y el corazón palpitando con la promesa de lo improbable, pero, como sabemos, hay alguien que no apuesta, que no arriesga, que no desea en voz alta: el dealer. Y desde su posición, el dealer se convierte en testigo del deseo humano en su forma más cruda.


El deseo como impulso


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El dealer observa cómo el deseo mueve al jugador más que la lógica, no importa cuántas veces pierda, el deseo insiste, pues es un impulso que no se apaga con la razón, que se alimenta de la posibilidad, por mínima que sea. El dealer ve cómo el deseo transforma rostros, acelera decisiones, y convierte una ficha en símbolo de algo más grande: poder, escape, redención, desde esa perspectiva, el dealer aprende que el deseo humano no busca certezas, sino emociones, no quiere saber si ganará, quiere sentir que podría hacerlo.


El deseo como ritual



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Cada jugador tiene su propio ritual: tocar las fichas de cierta forma, mirar al dealer antes de apostar, repetir frases como mantras. El dealer presencia estos actos como si fueran plegarias modernas. Y en ellos, descubre que el deseo no es solo impulso, también es rito, ya que hasta cierto punto es una forma de darle sentido al caos, de crear orden en lo aleatorio. El dealer, sin participar, se convierte en guardián de esos rituales, y en ese rol, entiende que el deseo humano necesita estructura para sobrevivir al azar.

El deseo como vulnerabilidad



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Quizás la lección más profunda que el dealer aprende es que el deseo revela lo más vulnerable del ser humano, apostar no es solo jugar, es exponerse, es decir: “esto me importa” y en ese acto, el dealer presencia una vulnerabilidad emocional que pocas profesiones permiten ver tan de cerca. El deseo, entonces, no es debilidad, es humanidad y el dealer, aunque no lo diga, lo entiende mejor que nadie.

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El dealer no apuesta, pero presencia apuestas que van más allá, observa cómo el deseo humano se manifiesta en gestos, silencios y decisiones que revelan mucho más que una estrategia de juego. Su rol exige neutralidad, pero el dealer no es ajeno a lo que ve, el dealer enseña que el deseo humano no se puede medir ni contener: se vive, se observa y se respeta.


 
 
 

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