¿Se necesita una personalidad para ser Dealer?
- Leonardo Castillo
- 20 ago
- 2 Min. de lectura

Cuando pensamos en un dealer, muchos imaginan a alguien seguro, sonriente y con una personalidad extrovertida, capaz de llenar la mesa de energía, pero ¿es realmente necesario nacer con esas cualidades? En un episodio reciente del podcast, con Iliana Ayala como invitada, surgió esta pregunta: “¿Se requiere tener cierta personalidad para ser dealer?”.
La respuesta, lejos de ser rígida, nos invita a reflexionar: pues no existe una única personalidad para este trabajo.
El mito del dealer extrovertido

Existe la creencia de que ser dealer es un papel reservado solo para los extrovertidos, que únicamente quienes disfrutan del contacto constante con otras personas pueden destacar en este mundo. Sin embargo, es un mito.
La industria del casino, de acuerdo con la Asociación de Permisionarios, Operadores y Proveedores de la Industria del Entretenimiento y Juego de Apuesta en México (AIEJA), se basa en profesionalismo, disciplina y preparación. Y esas cualidades no dependen de un temperamento fijo, sino de hábitos y práctica.
La personalidad se forma
En el episodio se llega a un punto: ser dealer es también un proceso de formación personal. Una persona tímida puede aprender a desenvolverse con naturalidad frente a los jugadores, a comunicarse con confianza y a proyectar seguridad. Y, del otro lado, alguien muy abierto puede aprender a modular su energía, a mantener la calma y la neutralidad que requiere una mesa de juego.
En ambos casos, el desarrollo profesional se convierte en una herramienta para moldear la personalidad hacia el rol, sin necesidad de renunciar a la esencia de cada individuo.

Convertirse en dealer no solo significa aprender reglas, técnicas y procedimientos, sino también desarrollar habilidades sociales y emocionales que acompañan de por vida. Se trata de un recordatorio de que la personalidad no es un destino fijo, sino un camino de crecimiento.
No se necesita nacer con un “tipo de personalidad” para ser dealer. Lo que realmente importa es la disposición para aprender, adaptarse y crecer. Al final, la pregunta se transforma: no es ¿tengo la personalidad correcta?, sino ¿estoy dispuesto a formar la que necesito para este camino?.








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