Cuando el juego se vuelve enfermedad
- Leonardo Castillo
- 4 jul
- 2 Min. de lectura

La ludopatía, o trastorno del juego patológico, está clasificada en el DSM-5 como un trastorno del control de impulsos, y en la CIE-11 bajo la categoría de trastornos relacionados con juegos de azar. Se caracteriza por una obsesión progresiva y descontrolada hacia el juego, que deriva en consecuencias negativas tanto personales como sociales, los principales síntomas incluyen la necesidad creciente de apostar cantidades mayores para lograr la misma emoción, la pérdida repetida de control sobre el tiempo y dinero dedicado al juego, y la persistencia a pesar de las graves repercusiones en la vida cotidiana.
En el ambiente específico de un casino, las condiciones se vuelven particularmente propicias para el desarrollo y agravamiento de este trastorno. El diseño mismo del espacio está orientado a mantener la atención y estimular la respuesta emocional del jugador: la iluminación tenue pero focalizada, los sonidos constantes de fichas, campanas y música, junto con el ritmo acelerado de juegos como tragamonedas, ruleta y blackjack, crean un escenario donde el tiempo se distorsiona y la capacidad crítica se reduce. Estas características no solo favorecen la inmersión, sino que pueden activar patrones compulsivos en individuos vulnerables.

Los juegos que presentan mayor riesgo para la aparición de la ludopatía son precisamente aquellos que combinan rapidez en la toma de decisiones con resultados inmediatos, como las máquinas tragamonedas, que operan con mecanismos aleatorios y recompensas instantáneas; la ruleta, que apela a la emoción del azar constante; y el blackjack, donde la percepción de control puede falsear la verdadera probabilidad.
A medida que la adicción avanza, el jugador pierde progresivamente tanto dinero como tiempo, relegando responsabilidades familiares, laborales y personales; este deterioro del comportamiento incluye conductas como el aislamiento social, la mentira para ocultar la magnitud del problema, ansiedad y, en casos severos, depresión.

Desde la perspectiva interna del casino, dealers y supervisores son los primeros en notar los signos tempranos de ludopatía: jugadores que vuelven con frecuencia, apuestan más allá de lo habitual, muestran irritabilidad o intentan esconder sus pérdidas. Sin embargo, el rol ético del casino es delicado y regulado, especialmente en México, donde existen normativas para prevenir y minimizar riesgos de adicción, como la obligación de ofrecer información y acceso a programas de apoyo, así como la restricción en promociones que inciten al juego compulsivo.
Aun así, la implementación de estas políticas varía y el compromiso efectivo depende de la cultura organizacional del establecimiento.
La ludopatía no es solo un problema individual, sino un fenómeno que se manifiesta en un entorno cuidadosamente diseñado para maximizar el interés y la permanencia del jugador. La atención clínica debe ir acompañada de una responsabilidad social de los casinos, que deben equilibrar su actividad comercial con medidas que protejan la salud mental y el bienestar de sus clientes, garantizando que el juego se mantenga como una forma de entretenimiento y no una enfermedad silenciosa.

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