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Una visita al casino desde la mirada del que observa.

Actualizado: 9 jul


Casino Gran Palacio, Monterrey
Casino Gran Palacio, Monterrey

Hay experiencias que se entienden mejor desde dentro. Por más que uno hable, escuche o escriba sobre casinos, nada se compara con observar su funcionamiento real, en carne propia. Hace unos días, tuve la oportunidad de caminar entre mesas, luces y fichas. No fui como jugador, ni como cliente, fui a mirar, a escuchar y a entender.


Esta es una breve crónica de lo que vi y sentí durante esa visita. Porque, aunque uno estudie el juego desde afuera, solo el ambiente real muestra lo que significa vivirlo.

🎯 Zona de Juego en vivo


Aquí comenzó mi análisis, pues la zona de Juego en vivo es, sin duda, el alma de un casino. En Dealers, se nota demasiado su seriedad y concentración en el juego, claro, así debe ser, pero cuando lo vez con detenimiento puedes de alguna forma sentirlo; no imagino la presión en esas instancias de perder la cuenta, la apuesta, etc., así mismo la paciencia que tienen. La comunicación con los jugadores es clara, profesional y su trato es con demasiado respeto, logré ver que en algunos Dealers se mantiene una relación con más carisma, para mantener el ambiente más relajado en las mesas, pero esto era en minoría.



No percibí en ninguna mesa, asistencia en alguna duda, pues ningún jugador preguntaba algo o pedía algún consejo en las mesas, supongo que los que van a jugar, saben las reglas al derecho y al revés, pero no se trata de un mal servicio por parte de los Dealers. Además no noté ningún trato preferencial de los Dealers hacia algún jugador de la mesa.


Los Dealers en general son bastante Amigables, otros son más serios y distantes que otros, pero siempre mantienen el respeto, portan una vestimenta bastante formal y elegante, en este caso el negro con sutiles toques dorados, pues no hay color más elegante que el negro.


En algunos Dealers, el entusiasmo se nota a kilómetros, como si cada carta que tocan, cada jugada que guían, fuera un reflejo del amor que le tienen a su oficio, es hermoso ver eso; ver cómo alguien hace lo que ama, y lo transmite sin necesidad de palabras. Se siente, se vibra, se contagia. Pero también me di cuenta de que no todos lo muestran igual, algunos trabajan con seriedad, sí, pero sin brillo en los ojos, me pregunto si se debe al cansancio, a la rutina o simplemente a que este oficio, que a muchos fascina, no todos lo viven igual.


Y digo, está bien porque no todos los caminos arden con la misma intensidad, pues tal vez algunos están ahí por rutina, por necesidad, por inercia. Y eso también dice algo de la vida... que no todos los días brillamos, que no siempre nos apasiona lo que hacemos.


Pero cuando sí... cuando alguien deja que su pasión hable a través de sus manos, de su mirada, de su entrega… es imposible no notarlo y es imposible no admirarlo.


Lo que más me encantó no fue solo ver a los Dealers mover cartas… fue ver cómo lo hacían, porque no era solo un acto mecánico, era una danza precisa entre los dedos y el tiempo, pues cada carta girada con intención, cada ficha colocada con presencia; no era como en las películas... era mejor, porque esto era real, palpable y cercano. No solo saben lo que hacen, se nota que dominan su espacio, su momento, y cuando cambian de mesa o de juego, lo hacen sin titubear, como si cada tablero fuera parte de su segundo hogar. De verdad ví algo hermoso, no solo reparten cartas, reparten presencia y entregan elegancia.


Lo que se respira en la mesa es una mezcla sutil. Por un lado, nervios, porque hay dinero de por medio, pero también alegría, emoción, risas... Lo noté especialmente en las mesas de póker, donde los jugadores hablaban, reían, gritaban. La ruleta, en cambio, tenía más tensión, pero con cierta camaradería, por lo que ví, en esencia: cada juego crea su propio microclima emocional.



Fue en una sola mesa —la de Baccarat— donde el ambiente cambió por completo. Ahí jugaban personas de rasgos orientales, apostando sumas altas, el ambiente era silencioso, tan tenso que se cortaba con la mirada, apenas y había bromas o sonrisas. En Dealers, es normal, pero... aquí era con los jugadores también, claro con tanto dinero en juego se entiende, pero sobresale de las otras mesas. En medio de todo ese silencio, confirmé muchas cosas de las que ya he hablado aquí, Presencié en esta misma mesa un mal trato, tampoco es de los peores, pero no es agradable, un jugador doblo una carta ocn su puño y se la lanzó a un Dealer. El dealer, firme, no respondió. Mantuvo el respeto que ese jugador claramente había perdido.


Enojado, me hizo pensar: ¿En qué momento el dinero da derecho a tratar a otros como si valieran menos?... Retomando el tema que algún día escribí, pero en carne propia...

🎰 Zona de máquinas


A diferencia del área de mesas, la zona de máquinas tenía un ambiente distinto, luces más intensas, sonidos más llamativos, un diseño pensado para atraer, sin embargo, lo que vi fue seriedad, rostros inmóviles, miradas clavadas en la pantalla.Vi sobre todo mujeres mayores jugando, con concentración. No juzgo, solo observo.


Aquí el ambiente es más serio, de concentración tensa. Por parte de esta zona sería esto, casi no hay algo que resaltar o describir de esta zona.

Conclusión


No fui al casino a jugar, fui a entender y en medio de todo lo que vi, confirmé que:


Ser dealer exige más humanidad de la que parece, el respeto no debería depender del dinero que alguien apuesta y que hay trabajos tan invisibles, que solo los valora quien se toma el tiempo de mirar con atención.

 
 
 

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